miércoles, 18 de marzo de 2015

Pescado no filete

Tuve una amiga que, cuando estaba con su novio su mirada cambiaba, ya no importaba el exterior, las personas se disipaban, desaparecíamos para ella.  
Ella contemplaba el movimiento de sus labios cuando él hablaba, lo miraba fijamente como si aparte de escucharlo también descubriera el brillo de las palabras que salían de su boca, tal vez las veía dibujadas, tal vez les ponía color, tal vez sentía que podía acariciarlas con las yemas de los dedos si se concentraba, ella esbozaba una leve sonrisa, relajaba el entrecejo y daba un pequeño suspiro al final.  
Su novio había ordenado un jugo de naranja...

Cuando caminaban por la calle ella sentía que iba al lado de un caballero, un príncipe, un héroe, siempre apretando su mano, llevándola a paso largo rápido muy rápido, como flotando en el agua iban, ella corría para mantener el ritmo, aguantando el dolor de sus tacones, como si fueran a un baile de la corte imperial.
Su novio no quería llegar tarde al fútbol...

Un día salimos a comer, ellos dos y yo, ellos; y yo.  
Mi amiga odia el pescado y el lo pide, a el le gusta el pollo y ella lo pide, yo ordeno filet mignon. Mientras acuchillo mi filete, estoy en una función especial de el día de los enamorados versión 2.0 solo para valientes, supongo que así debe ser...  pienso... supongo que ya estoy grande para estas cosas... sigo pensando, supongo que me acostumbré a estar sola... mejor dejé de pensar.

El novio quería diversión, diversión a costa de ella cuando la obligó a comer pescado y rió a carcajadas a causa de su malestar, yo de espectadora, ella ya invisible y él con su indignante manera de conseguir felicidad...

La devoción hace perder la noción, hay que enamorarse si, pero sin dejar de ser nosotros mismos nuestro primer y único amor.  

Mi amiga ya no lo es más, pues está muy ocupada haciendo la tesis, no la suya, la de su novio...


Y yo pues, escribo sobre ex amigas.

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