martes, 19 de enero de 2016

Lola de Fua

Lola
magra
costra
Numen de muchos
Cosa de nadie
Trae a cuestas la carga impuesta de amores que juraron quererla siempre
Nadie le produce pausas al respirar 
Yace por la vida como un cromo mal pegado en un álbum de lujo 
El Almizcle de reserva se agotó 
Boca de labios violeta en mate 
Sin combinación olor fuerte y punto rojo ya no es lo mismo 
Sus largas caminatas no son más que con sus dedos 
Que hacen las veces de pies corriendo por sobre su pecho 
Mientras está echada de cara al techo
El ánimo la ha dejado así 
Sin fuerza para doblar y desdoblar las rodillas cuando está en pie 
Se imagina cruzar las calles en medio de los autos o saltando sobre ellos con sus falanges torcidas 
Hasta eso la cansa 
Se agota la poca cordura que le queda 
Será mejor escribir la despedida 
Como para matar el tiempo de las horas lentas 
Toma el lápiz entre sus dedos que hacen de piernas 
Piensa que el mejor lugar para morir debe ser frente a la morgue
Siempre precavida en ahorrar tiempo 
Transcribe su despedida a más bien una lista de instrucciones 
Pidiendo que se mienta para rescatar la poca verdad que queda de su vida
-no digan que me arrojé
-despistada siempre fui
-apurada con el trafico también 
-pueden decir que me alejaba de los cuerpos inertes de ese lado de la acera 
-que fue un intento fallido como los últimos en su vida perfectamente equivocada 
-que iba pensado en bailar desnuda sobre un coche en movimiento
-que sin más razón que el descuido quedó bajo las ruedas del coche 
Firma Lola,
Ah como le gustaba su nombre, se desliza suave en la lengua como un pan de maíz que deja hojuelas para morder luego, siempre lo pronunciaba con la primera ele en el lado derecho del paladar y la otra en el izquierdo lo que hacía mover su labio inferior en un vaivén que enloquecía y tatuaba su nombre en las retinas del que lo escuchaba 
Nunca enseñó a nadie a pronunciarlo como ella, 
Pero enseñaba otras cosas
Las tetas por ejemplo 
Sincronizadas a sus codos sobresalen los centímetros perfectos a la vista del observador que gusta de la simetría 
Acostada las mira 
Lomitas perfectas para practicar caída libre y luego de un solo impulso elevarse al cielo  
Puede notar sobre ellas el latido de su corazón 
Al que le ha dejado de funcionar el ala izquierda 
Quizá por falta de luz 
Quizá por falta de pago 
Piensa que si no fuera por las costillas la gente tomaría más en consideración su delicadeza 
Pero está escondido tras los huesos y tras esas tetas que gustan de ver 
Y convierte su corazón en un mito en algo que algunos piensan que ella ni siquiera posee 
Nadie se ha quedado allí dormido, seguramente escucharía la suave melodía de tambor que desprende 
Que llora 
Que comunica 
Imaginar esto la llevó a romper la mina 05 del lápiz sobre el borrador de la despedida escrita en el papel marfil arrugado que se encontró en su mesita de noche 
Esa mesita que compró con un bono de la empresa 
En oferta como todo lo que sí podía  pagar  
Nunca había necesitado una, hasta que probó tenerla y entendió la falta que le había hecho toda la vida 
Como un cuadro la decoraba al sentarse al filo de la cama 
Primero el reloj menta regalo de ese que parecía amor pero solo había sido calentura
Dos invisibles de cabello que invisibles solo el nombre porque negros si eran
El anillo estilo turco de la mano derecha y el solitario de la mano izquierda 
La pulsera de metal barato descolorido de la que cuelga un búho con piedras negras en los ojos
Y el collar comprado en la vereda de un parque de Medellín con un gran dije en forma de corazón 
Tan hueco y vacío como ese que todos los días intentaba latir
La mesita de noche se convirtió en la base de sus elementos 
Esos que en el día la acompañaban en los surcos del cuerpo 
Se recogía de piernas y observaba su obra durante horas 
Acomodada de manera que ante sus ojos los objetos sigan vibrando 
Con sus latidos 
Con sus dedos piernas 
Con su muñeca flaca 
Hasta que se aquieten las vibraciones de su cabeza que sin los invisibles se volvía una nube de pelo negro enredado con sus pensamientos suicidas entrando y saliendo por sus orejas
Se dejaba caer 
Y afortunada era que en el medio del camino hacia la almohada se quedaba dormida
Pero eso le costaba las mejores horas de sueño 
Desde el instante en que los muertos quieren sentir las historias de los vivos 
Cuando salen a escucharlas pero nadie quiere verlos 
Y les regalamos gritos de espanto 
Lola no, ella los mira pasear a su alrededor, 
Flotan hasta que alguien se dirija a ellos, 
Le desarman su mesita 
Aceleran las horas del reloj menta 
Hacen brillar los ojos del búho 
Y prenden una fogatita en el corazón hueco
Vacío como era ella sentía que se le quemaba el suyo 
El que lleva debajo de las tetas
No era tan inerte después de todo  
Aquella carta de despedida 
La terminó a los 3 minutos de empezar.


Continuará…


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