martes, 9 de febrero de 2016

La nada del todo

En los días que no tengo nada para decirte, 
recuerdo tus palabras, dichas de aquella forma especial que tienes al hablar, 
abuso de mi poca memoria y rebusco entre nuestras risas, 
y se me viene a la mente tu rostro, 
tu boca rodeada de surcos, producto de los últimos dos mil cigarrillos, 
sueltas a los demonios que hacen tu tristeza, 
se encuentran con los míos que brincan entre las ramas, 
huyen y nos dejan atados con los hilos de nuestra mirada, 
ya solos los dos y despojados de miedos, 
nos encontramos en las esquinas de nuestra historia,
que cada vez resultan más inciertas,
hechas de pisos falsos que se rompen con mis tacones, 
y putas arrimadas a las puertas que esperan vernos pasar,
tengo grabadas todas las veces que me invitaste a bailar, 
tu mano que me lleva a otra vida, 
el olor de tu cuello que se impregna en el mío, 
y la sensación cuando estrechas mi espalda de que no me soltarás nunca,
nos inyectamos canciones en las venas, 
a fin de teñir de acordes los techos húmedos de nuestras cuevas,
de vez en cuando les regalamos días sin vernos
porque nos han ganado las dudas 
y heridos como cada verdad que duele, 
volvemos al mismo lugar a curarnos las cicatrices.
He tratado de odiarte después de cada visita, 
y borrarte en el mismo instante en que damos la vuelta de regreso al cuento que nos inventaron 


Confío en que tu, siempre tengas algo para decirme
Advertencia: Esta es historia sin punto final






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