domingo, 1 de noviembre de 2015

El peso de las elecciones

Un 1 de noviembre hace 15 años amaneció con un clima igual al de hoy, lo recuerdo perfectamente a pesar de ser una fecha que he tratado de olvidar, tenía 20 años y tres días antes los acababa de cumplir, estaba a punto de protagonizar mi primera película, catalogada entre los géneros de, terror, drama, comedia, humor negro, documental, en fin, el peor filme de todos los tiempos, yo, la actriz principal, era conocida como, la que había metido la pata hasta el fondo; ya tenía el vestuario listo para la primera escena, lo confeccionó mi madre, un lindo vestido beige, el color de moda para las novias de apuro, me llegaba hasta la rodilla, sin mangas, menudito y con un lazo de cinta raso entre el busto y la barriga de 6 meses que me acompañaba, con una mocosita a la que no le tenía ni el nombre, medias nylon para señoras y unos zapatos dorados de lo más incómodos a pesar de que solo tenían un tacón de 5cm, siempre caminé con los de 12, sin problema iba sobre nubes y me equilibraba mejor, supongo que esta vez llevaba el peso de las elecciones a cuestas sin olvidar a la mocosita que aparte de crecer, pateaba, manoteaba y hacía de mi vientre una pistita de break dance. 
Avanzada la mañana fuimos a un salón cerca a mi departamento, me hicieron un manicure francés y mientras me peinaban con un moño de acuerdo a la ocasión observaba mis uñas pintadas así por primera vez, podía ver mi futuro en ellas, no era igual a ninguno que pude haber imaginado antes, hicieron que cerrara los ojos para lanzarme la laca extra fuerte que mantendría aplacada mi frondosa cabellera que quedó reducida a un diseño clásico de peinados para bodas civiles; Mi reflejo ante aquel espejo de techo a piso sería el de mi primer personaje, sin sonrisa inicial, las lágrimas no eran ni por un poquito de felicidad, achinada por la hinchazón del llanto y por la encementada del cabello estirado en las sienes, apretando los labios para no llorar más, exhalé la última bocanada de aire que me quedaba con rastros de la esperanza puesta en que alguien me rescataría de aquel lugar, sin más saqué el dinero para pagarle a la mujer que me dejó así, presentable, quiso corregir el maquillaje que dañé por andar de llorona pero no la dejé, no podía un segundo más verme reflejada de la manera que nunca ni despierta ni dormida me soñé.
Mi mejor amiga Andrea me acompañaba, yo la miraba y pensaba en que si le pedía ayuda para escapar ella lo haría, cuando salimos del salón observé hacia las esquinas de las calles, lejanas todas, pensé por un segundo en que si corría apenas llegaría a unos cuantos metros antes de que me tackleen, caería de panza con la mocosita adentro, pues mi madre ya estaba afuera esperándonos con la mano en la cintura, signo de que nos habíamos demorado; otra vez el pensamiento de fuga cuando tomamos el taxi para ir a la boda, Andrea y yo salimos tarde por lo que extendimos la mano a cualquier auto en movimiento, enseguida se estacionó un tipo en un Lada muy viejo igual a él, de ojos hundidos y mejillas que parecían embudos que se le formaban por la delgadez, digno conductor de un coche de camino hacia el infierno, era de los que pretenden no entender cuando se les dice a donde debe ir, así que no arrancó enseguida si no que se quedó pensativo hasta organizar las calles en su cabeza, las dos ya instaladas en el asiento vino tinto de cuero roído que rompió mis medias de señora, nos mirábamos alzando las cejas, yo con la misma incertidumbre de si pedirle ayuda y ella pensando en que llegar tarde no era tan grave pero que igual le daría un golpe en el hombro para que el tipo aterrice, ahora fue mi decisión no decir nada, en las anteriores siempre estuvo mi madre detrás para que yo desistiera de la idea de fuga, pero esta vez callé porque me imaginé a la mocosita sin padre, con una madre de 20 años y tres días y la historia de que huyó en un Lada viejo el día de la boda con las medias rotas, con los zapatos dorados más feos en la historia de los zapatos feos, un vestido hecho en una noche por su madre para que desista de la idea de casarse con ese Jean celeste con rotos en las rodillas que ya no le cerraba en la cintura y la única camiseta negra que le cubriría la barriga y que no combinaría con el moño alto ni el manicure francés... por segunda vez no diría nada.  No estaba lejos el sitio que se celebran los matrimonios así que tuve poco tiempo para pensar en lo que podría pasar si me decidiera por una cosa o la otra, la distorsión de los edificios con la velocidad y el vacío estomacal era inevitable.  De pronto el tipo estaciona y yo con las ganas de gritar cualquier cosa creo que solté una mala palabra, de esas que mi mamá no me deja decir. -Si las dejo aquí pueden caminar una cuadra y llegan más rápido, sino me toca dar la vuelta a la manzana y me tardaría más, nos dijo el taxista mientras nos dejaba ver sus largos dientes grises y movía la cabeza como diciéndonos que lo segundo que mencionó jamás lo haría, por lo que nos bajamos, dispuestas a caminar esa cuadra hasta el sitio donde aguardaba mi novio y padre de la mocosita, mis zapatos dorados eran algo que no podía controlar, se me resbalaban con las medias de señora color piel, arrastraba los pies como caminando al matadero, sentía que el lazo de raso me apretaba el pecho, Andrea me llevaba de la mano, sabía que no podía correr, más bien, sabía que quería correr pero para otro lado por lo que bajamos el ritmo cada vez más, los últimos pasos los dimos por inercia hasta llegar a la oxidada puerta del registro civil. 
No veía a nadie que pudiera conocer, y ahora sí qué ganas de decir, bueno, esto ha sido todo por hoy, no ha pasado nada y calabaza calabaza... Pero al poco rato llegaron mi madre, mi padre y mis tías, unas que no veo nunca y que seguro vinieron para ponerle apodo al novio y recaudar información para tener tema de conversación en la siguiente Navidad.  Luego llegaron los padres del novio, hermanos, primos, cuñados, amigos, pues tenían la idea de que los de mi apellido eran peligrosos; alguna vez escucharon que un Heredia mató a un tipo y reclamó sus tierras y ahora son dueños de medio pueblo y unas cuantas montañas en una zona que nadie recordaba donde era. Pero por si el rumor era cierto hicieron un llamado a la montonera, cuando lo mas peligroso allí era la lengua de mi tía.
El único al que no veía era al novio, alguien me dijo que tuvo que recoger unos papeles que pidieron de último momento y dijeron que si no aparecía hasta las dos de la tarde el matrimonio era imposible, yo con una sonrisa que no podía disimular pero que me duró poco porque al final llegó faltando sólo 5 minutos para el límite impuesto, yo estaba sentada en un muro de cemento, con mis pies juntando piedritas y los zapatos dorados tirados a un lado, esperando lo que no quería, con la mocosita dormida en el vientre y sin dejarme ver cuántas piedritas había juntado. 
Yo lo miré, pero como sería de hoy en adelante, él pasó de largo sin siquiera regresar su cabeza hacia mí, tenía que entregar los papeles para cumplir su responsabilidad, no hay tiempo para asombrase por la novia, su deber era responder como se lo había enseñado su papá, iba vestido de gris, con un buzo que yo misma le vendí y que ya se le notaba el uso frecuente, un pantalón Jean negro con el mismo que lo conocí, unas botas que a su metro ochenta y ocho le aumentaban 3cm más, su cabello despeinado y que era más largo que el mío al que solo le hizo una coleta y que aprovechando la lluvia que lo aplacó un poco. 
Luego de dejar los documentos en la ventanilla 2, ir a la 3, pasar por la 5 y regresar a la 2 a hacer lo que no pudo hacer en la 5, le dijeron nos atenderían al final, así con la cara de pelea campal con la burocracia, regresó y me dijo hola, seremos los últimos.
Efectivamente, la siguiente escena estaba lista, esta película se seguiría rodando sin director, nadie sabe quién debe decir la primera línea, o quien debe gritar el "me opongo" supongo que por eso nadie lo dijo, la parte de las firmas fue muy rápida, todo el que iba siendo llamado iba y cumplía, nosotros los novios dando la espalda a la gente y de frente a un tipo que nos advierte lo que se viene, estoy segura que si fuese al contrario, es decir ver la cara de nuestros conocidos antes de dar el sí, es probable que podamos reconocer el error, no lo sé, es probable, aunque con la novia y 6 meses inocultables de gestación si era o no un error a nadie le importaba.
Lo siguiente fueron las fotos, como fuimos los últimos el fotógrafo se mostró apurado, y lo más seguro es que estaba harto de ver una parejita tras otra entrar a la sala siendo seres únicos y salir de una especie de fábrica de ensamble, con la diferencia de que con la pieza a la
qué lo unen, la escogió uno mismo, en nuestro caso y ya digo nuestro porque hemos firmado sin más remedio el papel que nos ha ensamblado, nos hizo tomar de las manos y dijo sonrían y que parezcan felices, luego nos pidió que nos diéramos un beso, a lo cual aspiramos que se contente con un roce de labios pero el fotógrafo seguro de su profesión no aceptaría reclamos luego de reveladas las fotografías de que como fue capaz de aplastar el disparador sabiendo que la foto sería terrible, así que nos pidió un beso otra vez pero advirtiéndonos que parezca de amor, las siguientes dos tomas son de rigor con los respectivos testigos y luego con los asistentes que en días posteriores tendríamos la oportunidad de ver las escasas sonrisas de los presentes, mejor dicho, ninguna, excepto la mía que parecía pero que más bien no era, esto más tenía pinta de velorio, y si, se nos murieron a ambos las oportunidades, esto solo era el deber cumplido, lealtad a las enseñanzas de la madre, alguna cosa con la responsabilidad, y nos contentábamos con decir que todo sea por la mocosita.
Todo fue planificado muy rápido para evitar el escándalo, se quedaron muchas cosas en el camino, no hubo anillos, no hubo fiesta, no hubo luna de miel y peor noche de bodas, a la final el pastel ya nos lo habíamos comido y estaba por nacer... 
Ahí estaba yo otra vez, la del intento de fuga, ahora mental, porque físicamente seguía allí, yo vestía una camisola verde menta, no lo culpo si no quería mirarme, era horrible, y por supuesto si no lo hizo cuando estaba vestida lo más parecida a una novia enamorada, mucho menos lo haría ahora, yo aun tenía el cabello tieso por esa laca de baja calidad pero bien efectiva que si era, el esmalte de uñas me lo fui sacando con los dientes, las medias y los zapatos dorados fueron directo a la basura, fui al baño, recuerdo haberme quedado sentada en el piso, la espalda contra la puerta por si se le ocurría entrar, estuve allí hasta que mis nalgas estuvieron tan frías que ya no las sentía como mías, comprendí que el jamás me buscaría, por lo que decidí salir, creí que estaría dormido pero estaba concentrado en el reprise de un partido de fútbol que ocurrió justo en el cúmulo de horas que nos tocó esperar, a la final  venía siendo el mismo estado de insatisfacción. Odié tener que acostarme del lado izquierdo de la cama, cubrirme con unas sábanas que no eran mías pero que en adelante sería mi deber ordenarlas y como anticipé, no pasó nada. 
Supongo que por falta de director se excluyeron las escenas de sexo, pero resultó que eran falta de ganas, cuánto duraría esto, se acostumbra uno? Quién seguirá pagando por nuestra hambre temprana.
En tan solo dos meses después fuimos tres, complicaciones de todo tipo para que la mocosita nazca, el combo venía con complicaciones automáticamente recargables por si se terminaban antes de tiempo.
Ahora yo, ya no era yo, era la señora de alguien, con 30 kilos más, unos cachetes que se me salían del contorno de la cara, usando ropa XL mientras guardaba en el olvido la XS, la piel marcada por sendos caminitos que eran como tocar los canales de un cartón corrugado, mi ombligo ni siquiera estaba donde lo tenía hace pocos meses, y mis ojos se habían transformado en una línea, porque del sobre peso, 10 kilos le tocaron a mi cara y sumadas las malas noches como madre, recordaba la visión que tuve cuando vi mis uñas con manicure francés y era mínima ante la realidad tangible de este momento. 
Cuanto más podría soportar que la película de mi vida continúe siendo el peor filme de la historia, el guionista nos mantenía en diálogos hirientes con público infantil en los alrededores, los productores nos dejaron morir, y es que la historia desde el principio relató un final, 10 años duró lo que forzado empezó y ahora 15 años después en medio de la misma lluvia he vuelto a caminar sola con el peso de mi elección.